“La vida suele ser como el eco. ¿No te gusta lo que estas recibiendo?, observa lo que estas emitiendo”. Sabias palabras.
¿Con cuánta frecuencia nos sentimos victimizados, abusados y utilizados? ¿Qué tan seguido sentimos que nuestra cólera está justificada? ¿Cuántas veces pensamos que tenemos que vengarnos por los terribles agravios que nos han perpetrado? ¿Con qué frecuencia sentimos que debemos protegernos para no ser dañados?
En muchas ocasiones esos “enemigos” que observamos en nuestro entorno, bien sea en forma de personas o circunstancias, no son más que el reflejo de quienes somos. Todos creemos ver el Mundo tal cual como es, cuando de hecho vemos el Mundo tal cual como somos nosotros.
Gran parte de nuestro carácter se fundamenta en nuestros hábitos. Son estos los que estructuran nuestras percepciones y nuestro mundo. No es posible que las peras crezcan en un árbol de manzanas. Si no nos gustan las manzanas y queremos peras, tenemos que sembrar un árbol diferente.
Generalmente nuestras creencias cambian como resultado de nuevas experiencias. ¿Cómo nos llegan estas nuevas experiencias?, el primer paso es insertando una duda tenue en nuestro sistema rígido de hábitos y costumbres. Incluso la chispa más pequeña puede encender un fuego enorme si las condiciones están dadas. Lo que se necesita para “quemar” nuestro viejo sistema de creencias y transformar nuestra vida, es el sentimiento más sutil pero profundo, de que tal vez todo lo que hemos pensado y creído acerca de la vida y el universo no lo es TODO. Ese estado de humildad y reflexión es el fundamento del cambio.
Encendiendo esa pequeña chispa, con esa nimia apertura inicial a un nivel de entendimiento más amplio, el cambio empieza y acelera nuestras vidas.
Empezar una nueva rutina de ejercicio, tomar café con un buen amigo con quien compartir recuerdos y risas, planificar un viaje que solemos dejar para “un mejor momento”, cantar, bailar…: cuando reproducimos las cosas que nos hacen sentir bien, que nos hacen sentir felices, nos orientamos a nuestra mejor versión. Aprendamos a ver siempre el lado positivo de las cosas y de las personas que nos rodean. Ese pensamiento nos reta a ver lo bueno que previamente la mente superficial ha juzgado como malo o sin valor. Mantener ese pensamiento, nos conduce más y más profundamente hacia la evolución de nuestro nivel de consciencia. Alejémonos de nuestros “enemigos”, aquellos que yacen a sus anchan en nuestro interior y que solo nos alimentan de rabia, miedo y desesperación. Al lograrlo, nuestro “viejo mundo” empezará a quedarse atrás y una nueva visión comenzará a desarrollarse dentro de nosotros.
Más allá de los artículos, libros, seminarios o cualquier otro acercamiento que tengamos a estos conceptos, si de forma individual no hacemos los cambios necesarios para experimentar este nuevo modo de vivir, lo que seguiremos recibiendo en la vida será lo mismo que hasta ahora. No hay una fórmula mágica, sino el despertar de nuestra consciencia al darnos cuenta de que cada uno de nosotros crea su porvenir a través de sus decisiones.
Nuestra actitud condiciona inexorablemente nuestra existencia. Es por ello que invertir tiempo e intensidad emocional cuestionándonos sobre estos temas es imprescindible para lograr desarrollar plenamente nuestra consciencia en equilibrio, brindándonos paz y armonía.
Y sobre todas las cosas, vivamos siempre en tiempo presente, porque como bien dice Gandhi "Hay solo dos días al año en los que no se puede hacer nada: ayer y mañana".
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