Todos tenemos alguien a quien hacer responsable de nuestros fracasos, a quien hacer artífice de nuestras inhibiciones o frustraciones. Frases como: “Es que mi madre no me deja hacer tal o cual cosa”, “Si no tuviera hijos, lo haría sin dudar”, “Me apetece hacerlo, pero mi marido se enfadaría mucho si finalmente lo hiciera”, hablan de estos frustradores imaginarios de nuestros deseos.
Derrotando a nuestro tirano interior
Hay una frase magnífica de un poeta que dice “Si estoy esperando a que muera el tirano para hacer mis cosas, cuando el tirano muera me daré cuenta de que el tirano soy yo”. Es decir, los que nos frenamos, los que impedimos la realización nuestros deseos, los que nos ponemos la zancadilla, somos nosotros mismos. En nosotros habita un tirano. Las alusiones a los demás son recursos retóricos para hacer responsable a un tercero de aquello de lo cual no queremos responsabilizarnos.
Si tenemos un proyecto, un sueño, un deseo, no hay excusas. Si no seguimos ese camino que nos indica nuestro deseo, nos estamos traicionando a nosotros mismos. Y esa es la única traición que genera un intenso sentimiento de culpabilidad. Quizás nos estamos engañando por miedo al cambio, por temor a crecer, etc.
El problema es que las relaciones con nuestros “frustradores imaginarios”, personas a las que generalmente amamos, se van tornando cada vez menos amables cuando sentimos que nos hacen renunciar a nuestros anhelos. “Cuando me casé con él/ella dejé de ver a mis amigos o de trabajar, o de hacer mi deporte favorito o de estudiar” ¿Cuántas mujeres y hombres hacen estas “concesiones”?
Tenemos que saber que donde empieza la renuncia, empieza la venganza. Si hago responsable al otro de mis renuncias, luego se lo haré pagar, aunque sea de manera inconsciente, no por ello menos eficaz. Lo primero que le pediré es que me ofrende a mi otra renuncia: “Con todo lo que he dejado de hacer por ti y ahora tú no quieres dejar de hacer esto por mí”, si accede, se irá generando también en él un deseo de venganza. Y al final muchas parejas permanecen juntas para eso, para culminar su venganza.
Si alguna vez has pensado que el amor es sacrificio, olvídalo. Quién se inmola por amor, lo más probable es que pierda el amor. Hay pequeñas cosas irrelevantes que se pueden pactar con el otro, hoy hacemos lo que tú deseas, mañana lo que deseo yo; pero hay cosas irrenunciables, lo que somos, lo que anhelamos en la vida, nuestra esencia vital. Si renunciamos a eso, renunciamos a nosotros mismos. Y no es cierto que es el otro el que nos hace renunciar, finalmente es uno el que renuncia, es uno el que se somete, por ejemplo, a una idea obsoleta de amor: amor unido al sacrificio y a la renuncia.
No esperes a que el tirano muera para darte cuenta de que el tirano eres tú. Ahora es el momento de hacer eso que deseas. Déjate de excusas, de pretextos, de enumerar inconvenientes. Da el primer paso, el propio camino te llevará después.
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