Dentro de la meditación taoísta, el llamado “sentar en la calma”, es una práctica frecuente que permite reencontrar el estado de paz y quietud.
Existe un área del cuerpo muy importante considerada tanto en las prácticas Taoístas como en el Tai Chi y en la Medicina Tradicional China, que se ubica a tres dedos debajo del ombligo, denominada Tantien o Dan Tien.
Dicha zona a manera de un campo, se la debe cultivar, para poder cosechar salud y larga vida ya que el Tantien almacena energía esencial (qì original o qì verdadero) fundamental para la calidad de vida.
Solo en calma y en paz el Qi verdadero se expresa y se armonizan los contrarios.
Prestarle atención, ubicar las manos sobre ese sitio y dirigir la mirada interior a dicha área nos conecta con una fuente de energía que, como una semilla recién plantada debemos cuidar y cultivar para que germine y se desarrolle. Con paciencia.
Recuerdo una breve historia china a cerca de dos monjes y una peregrinación:
Se cuenta que, en la montaña Emei, había muchos monasterios. Los monjes de los grandes monasterios eran muy ricos y los de los pequeños monasterios, muy pobres.
Un día, un monje de un pequeño monasterio fue de visita a un gran monasterio con el fin de despedirse, pues partía en peregrinación a Putuo, una isla del mar del Este. Putuo queda a unos tres mil li de la montaña Emei; es necesario escalar altas montañas y atravesar muchos ríos para llegar allí. Ese complicado viaje dura meses y a veces hasta años.
Cuando el monje pobre puso al corriente de su proyecto al monje rico, éste quedó asombrado:
- ¿Pero qué lleva usted para su viaje?
- Un jarro y una escudilla proveerán a todas mis necesidades. Recogeré el agua con mi jarro y cuando sienta hambre pediré alimentos de limosna con mi escudilla.
- Yo también deseo realizar esa peregrinación; hace varios años que estoy preparándome – dijo el monje rico – pero nunca he podido ponerme en camino, pues siempre me falta algo. Temo que usted tome las cosas un poco a la ligera. ¡Este viaje no es tan fácil como usted lo cree!
Un año más tarde, al regresar de su viaje, el monje pobre fue a saludar al monje rico de Emei y le contó cómo había sido su peregrinación a Putuo.
A pesar de su desconcierto, el monje rico confesó:
- En cuanto a mí, aún no he terminado mis preparativos para el viaje.
El camino a la calidad de vida comienza dando el primer paso.
Todo está donde uno está. En este “presente continuo”.
Y la llave que abre la puerta está en su bolsillo.
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