Creemos que la sinestesia es un defecto en la percepción porque creemos que nuestros sentidos se comportan como compartimentos-estanco. Sin embargo, no es así: se ha demostrado que si escuchamos ciertos sonidos se potencia el sabor dulce de un alimento.
Las personas que tienen esta rara condición llamada sinestesia ven sonidos, huelen los colores y saborean las formas. Dicho de otro modo: los sinestésicos nos muestran que hay personas que tienen una experiencia diferente del mundo. No sólo diferente sino incluso podríamos decir que mejor. Para un sinestésico el resto de los seres humanos ven el mundo de forma aburrida, como en blanco y negro; ellos tienen la posibilidad de percibir un mundo donde las letras, los números o los sonidos van acompañados por una variedad de colores. Un sinestésico no percibe por separado sonidos, imágenes, olores, sabores y tactos, sino que los estímulos recibidos por sus órganos sensoriales se mezclan en su cerebro.
Curiosamente, todos los seres humanos nacemos sinestésicos: se obtiene una misma respuesta en la corteza cerebral independientemente de que el estímulo sea una luz brillante o un ruido fuerte. Después, cada sentido se segrega y acaba percibiéndose en diferentes lugares de la corteza: los sonidos aparecen en el lóbulo temporal y los estímulos visuales hallan respuesta en el occipital. Al parecer, en el cerebro de los sinestésicos no se crean esas “islas sensoriales”, sino que, por alguna razón aún no descubierta, los enlaces sinápticos se mantienen más o menos intactos.
¿Por qué, entonces, suponemos que ellos no perciben la realidad correctamente? Solo podemos agarrarnos al principio de mediocridad: lo común es lo correcto. Pero no hay ninguna forma de decidir cuál es la forma “correcta”. No vale decir que porque somos más, los sinestésicos no tienen la razón.
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