En muchas de nuestras relaciones las expectativas tienen una
gran importancia. Ellas nos permiten esperar que las personas actúen de una u
otra manera. Sin embargo, en ocasiones, estas expectativas nos decepcionan. Las
expectativas no dejan de ser creencias erróneas sobre los actos de otra persona
que, probablemente, no se sucedan como nosotros pensamos en nuestra mente. Se
convierten, así, en una trampa mortal.
Las expectativas desencadenan decepciones
Muchos de los problemas que nos abordan surgen por esas
creencias que tenemos en los demás. Imaginamos que actuarán como lo haríamos
nosotros y no nos damos cuenta de que, quizás, la realidad nos sorprenda de una
manera diferente a la que pensamos.
Otra de las opciones que debemos considerar es que, a veces,
las personas adornan su forma de ser. Pueden mostrarse de determinada manera y,
a la hora de la verdad, cambian de parecer y se transforman en todo lo
contrario.
Todo esto provoca que nos decepcionemos, que perdamos la fe
en las personas y que empecemos a desconfiar de todo lo que nos digan. Sin
embargo, debes ser consciente de que ellas no tienen la culpa.
El problema son tus expectativas.
La mejor forma de evitar esta situación es no esperar nada
de los demás y aceptar las circunstancias de la mejor manera. Nosotros no
podemos decidir cómo tienen que actuar el resto de las personas, no tenemos
dicho poder.
Deja de esperar
Hay algunas formas muy efectivas que podemos empezar a poner
en práctica para evitar sentirnos tristes ante la actuación tan diferente que
acaban teniendo las personas de nuestro alrededor.
Esto nos permitirá dejar de esperar:
- Asume que nadie es perfecto: Tú tampoco lo eres y también has caído en contradicciones alguna vez. Deja de juzgar y empieza a aceptar que errar es de humanos. No solo el resto se equivoca, tú también lo haces.
- Respeta la individualidad: Cada uno de nosotros tiene una forma de actuar diferente. Por eso es mejor estar abiertos y respetar que los actos de esa persona no van a ser los que nosotros, en un principio, creíamos que serían.
- No siempre recibirás algo a cambio: Pensamos que, por hacer ciertas cosas, recibiremos otras a cambio, pero esto no es así. Tu amistad y confianza quizás no se vea correspondida de la misma manera. Permítete dar sin esperar a recibir.
- Tu felicidad depende de ti: Nuestras expectativas provocan que hagamos a los demás responsables de nuestra felicidad, y de ahí que el resultado sea siempre negativo. No permitas que tu felicidad se encuentre en manos ajenas, tú eres el único dueño de ella.
En algún momento de nuestra vida, todos hemos caído en la
trampa de las expectativas. Lo importante es aprender y reconocer que no tenemos
el poder para controlarlo todo. De esta manera, dejaremos de llevarnos
desilusiones.
Nuestra seguridad se tambalea
Si te has visto envuelto en expectativas jamás cumplidas, te
habrás dado cuenta de que tu seguridad se tambalea de forma vertiginosa.
De repente, aquello que creíamos seguro se torna todo lo
contrario.
Tal vez estas creencias hacia los demás sean una
manifestación de lo inseguros que somos. Por eso, dejamos en manos de otras
personas nuestra felicidad. El gran problema es que esto se transforma casi
siempre en todo lo contrario.
Aprender a aceptar que los actos de otros no serán los que
nosotros esperamos será un paso complicado, pero necesario para empezar a
despertar en nosotros mismos el poder de aceptar todo aquello que no podemos
controlar.
Los seres humanos cometemos errores, somos incoherentes,
mentimos… Todo esto nos convierte en sujetos susceptibles de fallarles a
aquellas personas que más queremos. Por eso, es importante aceptar que todo
puede suceder de otra manera.
¿Has caído alguna vez en la trampa de las expectativas?
¿Comprendiste que aceptar te libraba de la decepción?
Cuanto antes logres observar con otros ojos las actuaciones
de los demás, antes te permitirás liberarte de esperar que actúen como tú lo
harías.
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