Tendría yo unos diez años cuando mi padre, médico rural, solía llevarme los domingos al hospital psiquiátrico de Vila-seca, cerca de Tarragona. Todos conocían ese centro como el manicomio o el lugar donde se encerraba a los locos, y mi padre lo visitaba regularmente para atender las enfermedades ordinarias de los pacientes, mientras que los trastornos mentales los trataban otros a golpe de inyecciones de trementina, camisas de fuerza y electroshocks.
Siete décadas después, las cosas han cambiado. La locura ha quedado en un plano más literario gracias a la contribución de grandes mentes como la del neurólogo y escritor Oliver Sacks. Con una enorme curiosidad, fue uno de los mayores exploradores de lo que a los humanos nos pasa por dentro. Se lanzó a indagar qué fallaba en el cerebro de aquellas personas díscolas a quienes el resto de los mortales daban la espalda –incluidos los propios psiquiatras de la época, que supuestamente las trataban– y darlo a conocer al mundo. Hoy ya no tratamos a «locos», sino a personas.
Sacks tenía una gran pasión por la música, la química, la botánica, la zoología… pero quizá la mayor de todas era escribir. Lo hizo desde bien joven e incluso quiso ser escritor antes de meterse en el cerebro de los demás. Cuando lo conocí en su piso de Nueva York, hará unos nueve años, acumulaba más de seiscientos cincuenta diarios con sus vivencias. De allí saldrían sus numerosos libros, en los que pone en común los entresijos de la mente. Secretos que pudo desvelar con algo de lo que no todos los médicos pueden presumir: interés y dedicación por los demás. En sus propias palabras, le gustaba «escuchar mucho y apreciar las cualidades personales del paciente».
Oliver Sacks se fue hace unas semanas, pero su inmenso conocimiento, plasmado en sus escritos, se queda con nosotros.
¿Quién fue?
Neurólogo y escritor británico, vivió 82 años. Desarrolló su carrera sobre todo en Estados Unidos. Fue profesor de Neurología en la New York University School of Medicine y en Columbia University. Publicó muchos libros divulgativos; algunos fueron llevados al cine y la televisión.
¿De dónde venía?
Nació en Londres en 1933, hijo de un médico y de una cirujana –de las primeras que hubo– judíos. Fue el menor de cuatro hermanos y ya de niño le fascinaba la química. Sus intereses evolucionaron hacia las plantas, luego los animales y, finalmente, el ser humano.
¿Qué aportó?
Una mayor comprensión de los trastornos mentales por su experiencia con pacientes e incluso con sus propios problemas de salud. Casos que ha difundido en Despertares, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Musicofilia o Los ojos de la mente.
La anécdota
Nunca antes de visitar a Sacks en su casa me había encontrado con una tabla periódica de los elementos en un lavabo. Obsesionado por la química, coleccionaba estas tablas, con las que decoraba su piso. Tenía incluso una de patchwork cubriendo su cama que rezaba «Durmiendo bajo los elementos».
¿Te gustó el artículo? Mira más pinchando aquí.
¿Te gustó el artículo? Mira más pinchando aquí.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu opinión sobre el artículo.