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La historia del gato Santiago que te hará llorar

En la vida, no hay coincidencias, o, mejor dicho, podemos elegir verlas como producto de una casualidad sin mayor importancia, o bien, como eventos que ocurren para ofrecernos llaves que nos permitan abrir las puertas que nos acerquen a nuestro destino. Las “coincidencias” son elementos que se dan, de manera simultánea, en un momento determinado y en el que se involucran diversos sujetos.

Sin la presencia de alguien, no existe la sincronización, pues es necesaria la consciencia de esa persona o personas para darle sentido a lo que está ocurriendo. Pero no alargaré más esta explicación, prefiero compartirte este relato de un gato invidente, que está llena de ejemplos de coincidencias (mejor dicho, sincronicidades- que fueron permitiendo que las cosas, los destinos, tanto de él mismo – nuestro gato protagonista – como de los que estaban relacionados, como de los que, aparentemente no tenían nada que ver con él, se acomodaran en su lugar después de haber entrado en el caos.

Quién sabe, incluso ahora tú, que por “casualidad” o “sincronicidad” has elegido leer esta historia, también, de alguna manera “milagrosa”, encuentres una llave que te conduzca a abrir una puerta que no esperabas y que te ayude a encontrar, justo esto que has estado buscado desde hace tiempo.

Espero, en artículos futuros, seguir comentando contigo, otros puntos acerca de la sincronicidad, mientras tanto, vayamos al encuentro de este maravilloso gato que, a pesar de ser ciego, es un vidente.

La maravillosa historia de Stevie

En el siguiente relato veremos como Stevie, gracias a diversas sincronicidades, pudo recuperar su verdadero nombre, reencontrar a su dueña y, en el camino, ayudar a muchas otras personas de diferentes maneras, como por ejemplo, a recuperar la fe en los milagros.

Stevie, el gato, fue llevado en la clínica veterinaria por su dueña después de haber sido atropellado por un auto. El médico, al auscultarlo, se dio cuenta que tenía la quijada fracturada y que era ciego.

– ¿Se quedó ciego por el golpe? – preguntó su dueña, preocupada.
– No, la fractura de la quijada si fue por el accidente, pero este gato ya es ciego desde hace mucho tiempo-. La chica miró al veterinario muy desconcertada.
– No, eso o es posible, él tiene mucho conmigo y mi gato siempre ha podido ver, tiene que ser por culpa de que lo atropellaron-. El médico volteó a mirarla y negó con la cabeza.
– No, te repito que esto no es de ahora, es cosa de años… y es fácil de comprobarlo.

La chica se notaba contrariada y muy confundida.
– Entonces, no es mi gatito.
- Al ver que el médico la veía, ella le explicó: hace varias semanas mi gato se escapó de la casa y lo estuve buscando hasta que me encontré a éste justo cuando lo acababan de atropellar. Se parece tanto al mío que pensé que era él, pero si este es ciego desde hace mucho… entonces no es el mío.

Ambos voltearon a mirar al gatito que permanecía inmóvil en la plancha de metal cromado, cubierta por un trozo de papel.
- ¿Qué hacemos ahora? – le preguntó la chica al veterinario -¿puede ayudarlo? Aunque no sea mi gato, yo me hago cargo de los gastos.-

- No lo sé. Tendremos que ver como evoluciona. Hay que darle tiempo antes de tomar una decisión.

El minino permaneció varias semanas en la clínica alimentado por una sonda, pues, al tener la quijada fracturada, no podía comer, sin embargo, el problema se complicó en su hocico que empezó a infectarse, y el doctor le dijo a la joven que no había más remedio que quitarle la quijada pues estaba muy mal y podía hacer que la situación del animal se complicara. La chica se sintió muy triste pero estuvo de acuerdo, si era lo que le podía ayudar al gato a seguir con vida.

Como el proceso de recuperación fue largo, el gato tuvo que permanecer mucho tiempo en la veterinaria, por lo que todo mundo se empezó a fijar en él, tanto los que trabajaban ahí, como los dueños de los animales que visitaban la clínica, y a uno de ellos se le ocurrió llamarlo “Stevie”, en honor a Stevie Wonder, y todos lo siguieron llamando así. Sin embargo, el animalito seguía desanimado y no hacía intentos por comer, por lo que adelgazó hasta quedar casi en los huesos, dando una apariencia que provocaba, a quienes lo miraban, un gran desconsuelo.

Muchos de los miembros de la clínica empezaron a opinar que, tal vez, sería mejor dormirlo para que dejara de sufrir, pero Juan Pablo, el médico que lo había atendido todo el tiempo no terminaba por decidirse, pues le dolía ver, que, de alguna manera, el gato quería seguir viviendo por alguna razón… aunque ignorara cual.

- No.- dijo finalmente a sus colegas,- cuando sea el momento para dormir a Stevie, él me lo hará saber.

- ¿Pero cómo crees que te lo va a hacer saber un gato? – le rebatió uno de sus compañeros.

- No lo sé, sólo sé que ocurrirá.

Pero siguieron pasando las semanas y no fue así, no había ninguna señal de ninguna especie. Ni que indicara que Stevie quería seguir vivo o prefería que lo durmieran. Por tanto, sin llegar a estar completamente convencido, Juan Pablo llamó a la joven que había llevado a Stevie y le dijo que, quizá lo mejor sería dormir al animalito. Le preguntó si estaba ella de acuerdo. La chica miró al gato con pena, le había tomado cariño y lo había visto soportar tanto sufrimiento, que no se sentía segura de su decisión. Después de reflexionar, le pidió a Juan Pablo un poco de tiempo para pensarlo y él estuvo de acuerdo.

Unos días después, la chica regresó muy entusiasmada a la veterinaria y les dijo a Juan Pablo y sus colegas que había ido a ver a una vidente para pedirle su ayuda y la vidente, a través de una fotografía, había logrado comunicarse con Stevie por telepatía. El gato le confesó a la mujer que, debido a todo lo que había pasado, estaba sufriendo mucho, pues había tenido que soportar cosas muy dolorosas como el que le quitaran la quijada, que sí le gustaría dejar de sufrir, pero que sólo necesitaba dos días antes que de que los humanos lo durmieran.

Juan Pablo miró a la chica en silencio y después le preguntó si realmente ella creía que Stevie se había comunicado con esa mujer.

- No lo sé – dijo ella, dudosa – yo tampoco suelo creer en estas cosas de magia y videntes… pero me la recomendaron mucho, parece que es muy buena… además, pobre de Stevie, yo no quisiera que se muriera. Sólo vamos a darle la oportunidad que él pide. Un par de días, ¡sólo eso! ¡Por favor! ¿Sí, doctor?

Juan Pablo la miró y volteo de nuevo hacia donde estaba Stevie que permanecía inmóvil en su jaula. Exhalo y dijo:

– El fin de semana me voy a ir de viaje. Podemos esperar hasta el jueves, pero si no hay cambios, dormiremos a Stevie.

La chica estuvo de acuerdo y se marchó. Cuando Juan Pablo volteo a ver a sus compañeros, se dio cuenta que sonreían.

-¿Qué les pasa? ¿De qué se ríen?

-¿No será el mensaje que estabas esperando que te mandara Stevie para decidirte? –Dijo uno de ellos.

-No te puedes quejar – dijo otra de las doctoras- resultó un gato con poderes de telepatía, seguro que ni tú te lo imaginabas-.

Todos se rieron junto con ella, pero a Juan Pablo no le hicieron gracia los comentarios de sus compañeros, en actitud muy seria, tomó el expediente de Stevie y se dirigió al archivero para guardarlo. Iba a salir, pero instintivamente volteó antes de abandonar el lugar hacia donde estaba Stevie y sintió un extraña sensación que le recorrió todo el cuerpo al percibir que el gato lo miraba. De pronto cayó en cuenta de que Stevie era ciego y, por tanto, no podía estarlo mirando como él creía. No quiso pensar más en ello y salió del consultorio en silencio.

Dos días después, las cosas no habían presentado mayor cambio. La chica llegó unos minutos después de que abrieran la veterinaria con dos frasquitos de comida para bebé, una de pollo y otra de hígado. Le pidió a la encargada de turno que se las ofreciera a Stevie y, contrario a lo que había pasado las semanas anteriores, Stevie empezó a comer con su lengua. La chica y la encargada voltearon a mirarse sorprendidas y sonrieron una a la otra, no podían creer que Stevie estuviera comiendo de esa forma. Prácticamente se había acabado uno de los frasquitos cuando apareció en la entrada Juan Pablo. No tuvieron que decirle nada, él comprobó por sí mismo lo que estaba sucediendo.

- ¿Lo ve, doctor?¡Ella tenía razón! ¡Stevie nos tenía preparada la sorpresa! –

Juan Pablo no respondió, se limitó a sonreír y se acercó a acariciar la pequeña cabeza del gato que se relamía con gusto al haber decidido aceptar aquel banquete.

- ¿Qué va a pasar ahora?- preguntó la chica.

Juan Pablo, sin dejar de acariciar al gato y con una sonrisa en los labios le respondió:

- Vamos a dejar que siga evolucionando y, cuando regrese de mi viaje, ya veremos.

– Pero de dormirlo ni hablamos, ¿eh? – advirtió la chica.

Juan y su compañera rieron. Él movió la cabeza de un lado al otro y respondió contento y convencido.
– De acuerdo, de ese tema no volveremos a hablar. Parece que Stevie ya tomó la decisión de seguir con vida. A partir de ese día, Stevie se siguió alimentando de la misma manera. Juan Pablo, antes de salir de viaje, dejó
instrucciones que si el gato ya podía comer por sí mismo y continuaba haciéndolo, le retiraran la sonda y eso fue lo que sus compañeros hicieron. En menos de una semana el gatito se veía mucho más repuesto, pues ya no estaba en los huesos, tenía más energía y mejor humor.

La chica iba todos los días a visitarlo y, antes de llegar a la veterinaria, pasaba al súper a comprar el alimento. Sin embargo,

Por casualidad ella regresó al mismo sitio donde había encontrado a Stevie ese día, sin que hubiera una razón en especial, tomo un camino más largo y llegó, “por casualidad”, justo por la calle donde había encontrado a Stevie atropellado varias semanas atrás. Se detuvo y miró hacia la esquina. Recordó todo el momento de aquel día. Como oyó el rechinido de las llantas del carro al frenar y la gente que corría. También recordó como se asustó al llegar al sitio, ver al gatito y sentir que el corazón se le paraba al creer que era el suyo, al que había estado buscando por varios días. Los ojos se le llenaron de lágrimas al recordar aquello, y, antes de que pudiera regresar de su recuerdo, una voz la hizo reaccionar.

- Disculpa… ¿te puedo hacer una pregunta?

Ella volteó y vio a una mujer de unos 40 años, vestido de azul. Le llamó la atención su expresión de preocupación de tristeza.

- ¿Tú vives por aquí? Porque fíjate que desde hace varias semanas, ando buscando a mi gato. Dejaron la puerta abierta y se salió… y he venido prácticamente todos los días a buscarlo, pero nadie sabe nada ni lo han visto… tú por casualidad no…? -Ella no la dejó terminar y le preguntó

– ¿Cómo es tu gatito? ¿está ciego? La mujer abrió los ojos con gran sorpresa.

– Sí. ¿Sabes dónde está?

– Sí… ¿quieres que te lleve? Ahora mismo iba a donde está tu gatito.

La mujer de azul asintió con gran emoción y ambas empezaron a caminar hacia la veterinaria. La puerta de la clínica se abrió. La encargada le estaba dando de comer a Stevie en ese momento. La mujer del vestido azul, al ver a su gato y reconocerlo, casi grito su nombre:

El auténtico Santiago y su verdadera dueña

- ¡Santiago!

El gato reaccionó, dejó de comer y movió la cabeza al reconocer la voz de su dueña. Mónica (qué así se llamaba ella), se acercó y lo tomó en brazos. El gatito, emocionado, empezó a ronronear y a hacer arrumacos a su dueña. Todos los presentes vieron la escena y no faltaron los ojos humedecidos por la emoción de aquel encuentro… al final, la historia de Stevie, o Santiago, como realmente se llamaba, había tenido un final feliz. Se había recuperado del accidente y, gracias a sus poderes de vidente – aunque, paradójicamente, era ciego – o a las casualidades de la vida, había logrado salvar su vida, ganar muchos amigos, dar una lección de confianza y fortaleza a varios más y, quizás lo más sorprendente, recuperar a su dueña.


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