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Dependencia emocional: cuando amar se vuelve peligroso

Definición de dependencia emocional: “Un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan cubrir de forma desadaptada con otra u otras personas”.

La esencia del problema es que el dependiente genera una frustración o insatisfacción en su área afectiva que intenta compensar centrándose, preferentemente, en sus relaciones de pareja.

El asunto del amor se convierte en lo más relevante para el dependiente emocional, quien vive sus relaciones de manera tan intensa, que no las disfruta ni le permiten ser feliz, ya que lo único que realmente importa es el otro, y no puede concebir su vida sin alguien a su lado.

El amor, por si mismo, es algo positivo. En primera instancia, muchas personas podrían argumentar que no hay nada de malo en la conducta del dependiente emocional, su único pecado es amar demasiado, y por lo tanto, más que un defecto, podría tratarse de una cualidad, pues se trata de una persona dispuesta a darlo todo por amor.

Pero esto no es más que una fantasía, pues el o la dependiente emocional suele involucrarse en relaciones desequilibradas, en las que él (o ella) lo dan todo, mientras que el compañero da poco o nada a cambio. Por esa razón, vive con una eterna falta de correspondencia. Le da tanta prioridad a su relación amorosa que descuida el resto de sus facetas como persona: su estado de ánimo irá en función de su relación de pareja, su tiempo entero estará dedicado al otro, sus pensamientos y sentimientos girarán en torno a la aceptación o al rechazo de la otra persona, y su peor pesadilla es imaginar que el otro se marche, lo abandone, porque él o ella no ha sido lo suficientemente bueno o capaz de retenerlo a través de sus manifestaciones amorosas, sus sacrificios y sus excesos.

De todo esto se concluye que, mientras las cosas en la relación vayan medianamente bien, la persona podrá seguir haciendo las tareas habituales de su vida: trabajar, relacionarse con otros, estudiar, divertirse, etc. pero si se presenta cualquier problema con la pareja, se detonará un volcán de ansiedades y angustias que afectarán su estado de ánimo, sus responsabilidades, las relaciones con otros y más, pues la persona no soporta enfrentar el riesgo de perder a su pareja amorosa que la mayoría de las veces está por encima de todo: de la profesión, el trabajo, los amigos, la familia e incluso de los propios hijos.

¿Qué sucede cuando la relación se rompe?

Por si todo lo que se ha dicho no fuera poco, si la relación se termina, el mundo de la persona dependiente se derrumba generando estados mentales patológicos: cuadros de ansiedad, depresión y angustia; tristeza permanente y expresión desencajada; ganas de morirse; ataques de pánico; imposibilidad de concentrarse en otra cosa que no sea la obsesión de estar pensando en la pareja (pensamiento rumiante o circular) o hablando de ella y de lo que sufre por haberla perdido, con todos, la mayor parte del tiempo, lo cual terminará cansando a los demás, hartos de sólo escuchar hablar a la persona del mismo asunto, y se alejarán, quedando el dependiente emocional más sólo y más vulnerable que nunca, sumido en un aislamiento absoluto y en un estado de angustia permanente que puede llegar incluso a poner en riesgo su salud física y emocional o, con bastante frecuencia, su propia vida. El dependiente emocional sufre como sufre cualquier otra persona al
perder a su pareja, pero de forma multiplicada.

Curiosamente, el calvario termina cuando, como por arte de magia, ocurre alguna de estas dos situaciones:

  1. Que la pareja del dependiente le llame o lo busque para darle esperanzas de rehacer la relación.
  2. Que, en medio del sufrimiento, aparezca otra persona: “un clavo saca a otro clavo”.

En cualquiera de estas dos situaciones la persona, de manera casi mágica, transforma su rictus desencajado por una expresión serena e incluso de euforia; su estado de ánimo vuelve a ser normal o más alegre de lo normal, es como si le volviera el alma al cuerpo o volviera a nacer al sentir que ya no tendrá que enfrentarse a la soledad y que nuevamente tiene a alguien que se haga cargo de él y de sus emociones, pues, como se debe ya suponer, el dependiente emocional cuenta con una muy baja autoestima, poca dignidad y valía personal y poca capacidad para enfrentar por sí mismo su mundo emocional. Sencillamente, no se siente capaz de hacerlo y por eso tiene que buscar a otra persona con apariencia fuerte, decidida, segura, que se encargue de él (o ella) como si se tratase de un niño, para que lo cuide y lo proteja en todo momento de los peligros del mundo.


¿Están más enamorados que el resto de la gente?

Sería fácil imaginar al ver estas situaciones, que los dependientes emocionales sean capaces de amar más que el resto de la gente normal (los no dependientes). La verdad es que no están tan enamorados de otra persona como de la relación misma. En el fondo, no importa quién esté a su lado, lo importante es que haya alguien con características de seguridad en sí mismas, con alta autoestima y actitud de fortaleza emocional.

Veámoslo desde otro lado, si se tratara de una madre que ha perdido a su pequeño hijo a causa de una enfermedad o un accidente aún cuando lo esté llorando le ofrezcan la posibilidad de adoptar a otro niño, no sería capaz de desprenderse tan fácilmente del vínculo con su hijo como el dependiente de una ex-pareja. Es decir, que el amor “sano” es individualizado o “personalizado” , ve a la otra persona, la ama por ser quien es y no da lo mismo que sea cualquier otra.

Valga decir que cuando el dependiente emocional está en relación, no se le pasa por la mente cambiar de pareja porque siente su necesidad de compañía cubierta y está completamente focalizado en ella; eso sí, siempre y cuando la pareja sea satisfactoria y cumpla con sus expectativas de cuidarlo y protegerlo, porque no cualquier persona es digna pareja de un dependiente emocional.

¿Cuáles son las características de las relaciones de los dependientes emocionales?

Son relaciones basadas en la idealización, la sumisión, la fobia por el rechazo del otro y el pánico al abandono. El dependiente emocional, con tal de tener a alguien cerca que lo proteja es capaz de soportar abusos, malos tratos, violencia, desprecios. Tolera que la pareja no muestre el más mínimo interés en ella; soporta humillaciones del otro como el que le obligue a hacerse cargo de la casa, preparar la cena, arreglar su ropa, darle en todo la razón sin contradecirlo, cumplirle todos sus caprichos… se puede llegar al grado de que el dependiente emocional esté dispuesto a tolerar que la pareja le diga que ya no le gusta, que no siente nada por ella y que le grite en la cara que ama a otra persona más que a ella y aguantarse, sin decir una palabra, por temor a ser abandonado.

A estos ejemplos se podrían agregar una larga lista en la que la persona se olvida de todo, incluso de sí misma, con tal de defender la relación, con un terror infernal a la ruptura y una imposibilidad para separarse de la otra persona, aún dándose cuenta del daño que le generan los comportamientos y actitudes abusivas del otro (u otra).

La dependencia emocional, en conclusión, es algo que convierte el amor en un infierno, en un verdadero suplicio, convierte algo que tendría que ser hermoso y satisfactorio, una fuente de crecimiento mutuo y de aprendizaje profundo en algo muy dañino que, la mayoría de las veces, anula el amor propio y a la persona como ser humano.


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