Obsérvate en diferentes situaciones. Alguien te insulta. ¿Qué te sucede? ¿Cómo reaccionas? Tienes que prestar más atención a tus reacciones que al insulto. El insulto es problema del otro; tus reacciones son tu problema. ¿Te encolerizas? ¿Puedes escuchar lo que tiene que decirte en silencio, sin responder, porque eso es lo correcto? Primero escuchas lo que dice; quizá tenga razón.
Si te llama "ladrón", ¿por qué te enojas? Si no eres ladrón, tienes que aclarar este malentendido. Pero si eres un ladrón, corrígete o aunque sea dale las gracias por haberte señalado este defecto. No veo que haya razones para enojarse. O eres ladrón o no lo eres. Observa tu reacción. Si eres un ladrón, el hombre no hizo más que llamar al pan, pan. No es tu enemigo. Dale las gracias, dile: "Tienes razón. Te agradezco mucho que lo hayas señalado para que me haga consciente. Sí, soy un ladrón".
Observa qué reacción tiene ese hombre, porque se sentirá en jaque... Se sorprenderá porque esperaba que te enojaras y te mostraste muy comprensivo. Será una conmoción. No podrá creer que te llamó ladrón y no te sentiste insultado. Si no eres un ladrón, puedes decirle: "Tienes que hacer mejor tu tarea, investigar un poco más. No soy ladrón. Es tu decisión --puedes seguir creyendo que soy ladrón--, pero vives en un malentendido.
No veo que haya motivos para enojarse. Observa tus acciones y reacciones y ve que tu problema está en tus actos, tus reacciones, tus respuestas. No tienes nada que ver con las acciones de la otra persona; eso es problema suyo. Devuélvele el problema (así es la forma de devolverlo). Quedarás completamente limpio, saldrás limpio.
De esta manera, gradualmente, tu personalidad se escurre y comienza a revelarse tu rostro original, que es muy hermoso y grácil. Tiene una belleza que no es del cuerpo, sino una belleza que es más profunda que el cuerpo y una gracia que no se alcanza con años de rezar en iglesias, en templos. De repente, sientes un nuevo color, una nueva fragancia alrededor. En cuanto queda descubierto tu rostro original, estás en camino de la libertad, la autenticidad, la totalidad, la valentía.
Es lo que quiero decir con todo lo que se necesita para alcanzar la nada. El todo es la circunferencia y la nada el centro. El todo es el ciclón; la nada, el ojo. No puedes entrar a menos que ocurra todo: el espíritu rebelde, la individualidad, el rostro original, la libertad, la valentía, la autenticidad, la totalidad.
La sociedad no quiere que entres. La sociedad te quiere afuera. Cuanto más lejos de tu centro, mejor, porque a mayor distancia, más útil eres para la sociedad... La sociedad no puede utilizar a una persona que está en su centro.
OSHO, Creencia, duda y fanatismo
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