Vivimos
en un momento histórico en el que el concepto de amistad ha
evolucionado. Hoy en día, podemos observar la experiencia de tener
un montón de contactos en Facebook, sin embargo, cuando te pones a
analizar con quién de esas personas tienes realmente un vínculo de
cercanía y confianza personal, entonces, la situación cambia.
Todos
deseamos hacer amigos verdaderos en todas las etapas de la vida. La
amistad es una de las mayores experiencias vitales. Un tema que
también ha sido tratado en filosofía. Sin embargo, este deseo de
hacer un amigo verdadero también puede contrastar con la dificultad
para materializar esta vivencia.
En
el mundo existen muchas personas, sin embargo, experimentar un nivel
de afinidad y empatía alto con alguien es como un flechazo que no
surge cada día. Gracias a eso también valoramos más a las personas
con las que realmente sí tenemos este nivel de empatía. A eso
también se suma el hecho de que podemos bloquear una amistad
potencial por no dar tiempo al tiempo. Es decir, por esperar
resultados inmediatos.
Podemos
conocer a alguien interesante, alguien que con el tiempo se acabará
convirtiendo en un gran amigo, sin embargo, si no respetamos los
ritmos del otro, es posible que ese vínculo se trunque. Porque
aspirar a tener un nivel de intimidad y confianza máxima en una
semana es como infravalorar lo que significa ser un buen amigo.
Es
difícil pero posible hacer amigos verdaderos como muestra la propia
experiencia del vivir. Sin embargo, también tenemos una idea de
amistad tan idealizada que en la práctica olvidamos que un amigo es
alguien con defectos como nosotros. Alguien que no siempre estará
cuando le necesitemos por mucho que en la teoría esta sea una ley
esencial de la amistad. Nadie cumple al cien por cien las
expectativas de todo el mundo y perdonar es un acto necesario.
El
ego apaga la amistad verdadera
De
hecho, también es difícil hacer amigos verdaderos por el propio
lastre del ego que nos lleva a vivir en una perspectiva caprichosa
del yo. Es difícil hacer amigos de verdad porque a veces no partimos
de la raíz adecuada. Partimos de apegos y de soledades del alma que
nos llevan a llenar carencias internas por medio de la búsqueda de
personas externas que en forma de pareja o amistad son un parche a
esa soledad. El mejor modo de elegir un amigo de verdad es por medio
de la conquista de ti mismo, es decir, por medio de la experiencia de
la libertad de saber que por mucho que los demás te fallen en algún
momento, lo importante es que sepas que tú te tienes a ti mismo.
Sin
embargo, la clave definitiva de por qué nos cuesta hacer amigos
verdaderos es porque fallamos en lo más importante. A veces, nos
cuesta ser amigos de nosotros mismos y querernos como somos.
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